Opiniones

Desde Tolomeo, los seres humanos han descrito los contornos de la tierra y el mar a partir de sus observaciones, dibujando el mapa de nuevo con cada descubrimiento. Incluso ahora que poseemos una multitud de herramientas científicas para describir la geografía del mundo con gran precisión, aún quedan territorios inexplorados en nuestro entendimiento de sus límites culturales, y cómo estos están interconectados a través de fronteras. Con disposición aventurera, lo que encontramos al observar nuestras suposiciones con una mirada fresca puede cambiar para siempre el mapa mental de lo que creíamos saber.

Una suposición común es que la distancia genera diferencia. Aunque existen distinciones entre países y pueblos, creo que nuestras cabezas están armadas para ser más parecidas que distintas entre sí. Para mí siempre ha sido importante entender qué nos conecta a todos nosotros. En Latinoamérica veo similitudes entre, por ejemplo, Brasil y Argentina, Venezuela y Colombia, Bolivia y Perú. Tenemos ancestros e historia en común a través de nuestras guerras de independencia. E incluso después, cuando nos separamos en algunos sentidos, hemos compartido una cultura tremenda, y tenemos dos idiomas que nos unen a todos.

El intercambio global está basado en cooperación y colaboración, y Latinoamérica ha sido el nexo del comercio y la cultura global desde el periodo colonial. No es nada nuevo: la creación de estas redes de finanzas, ideas, objetos y personas que nos unen de tantas maneras, y que ahora nos referimos a ellas como globalización, ha estado ocurriendo por mucho tiempo, a lo largo de enormes distancias.

Como tantas familias alrededor del mundo, la familia de mis nietos ha incluido a hombres y mujeres dispuestos a tomar riesgos para superar distancias y así restablecerse en una tierra más oportuna. Ancestros tanto del lado Cisneros como Phelps –mi familia y la de mi esposa Patty– encontraron un hogar en España, Venezuela, Cuba, Trinidad, la Florida española, Inglaterra y Estados Unidos. Al investigar nuestra genealogía para nuestros nietos, ha quedado claro que una disposición, aparentemente genética, para la aventura así como un sentido de la vital importancia de la educación para todos y una habilidad para adaptarse y cambiar –combinadas con momentos de buena fortuna– nos han permitido responder a los retos y tener éxito. Con ese éxito vienen responsabilidades.

Una responsabilidad que nos tomamos muy en serio es la preservación de muchos de los maravillosos ejemplos del material cultural de Latinoamérica que contienen nuestras colecciones. Preservar esa herencia artística necesita de mucho más que el trabajo crucial de procurarla físicamente. Requiere darle nuevas avenidas de correspondencia con otras obras de arte y otras tradiciones, donde puedan ser estudiadas en público, así como la creación de nuevos estudios que revelen conexiones y datos previamente ocultos.

Cuando Patty y yo empezamos a coleccionar paisajes de Latinoamérica dibujados por artistas viajeros que venían y provenían de la región, reconocimos que las imágenes que pintaron del siglo XVII y el siglo XIX representaban una manera de percibir un mundo cuyas fronteras trascendían sus límites políticos. Además, nos otorgaron un entendimiento de Latinoamérica como un participante continuo en redes de ideas interconectadas, de tradiciones e intercambios fructíferos.

Nos ha encantado poder colaborar con el Hunter College, el City University del Graduate Center de Nueva York y Americas Society para organizar una exhibición de los paisajes que muestran estas conexiones, así como publicar un libro sobre ellos, con nuevos estudios, cortesía de distinguidos académicos y estudiantes de ambas escuelas.

Patty y yo estamos especialmente orgullosos de los estudiantes cuya investigación y trabajo curatorial contribuyeron tremendamente tanto a la exhibición como al libro. Su trabajo ha contribuido de forma importante a la preservación intelectual que permitirá que estas obras vivan para una nueva generación, que sin duda descubrirá en ellas identidades nacionales con mucho más en común de lo que antes imaginaron.

EntrevistasGustavo Cisneros

Me emociona mucho poder compartir con ustedes que el pasado 16 de octubre se cristalizó uno de los mayores sueños de mi vida, al presentar “Los Cisneros: Rostros y Rastros (1570-2015).

La Real Academia de la Historia en Madrid fue el recinto donde junto a mi esposa Patty, mi hijo Guillermo y entrañables amigos como José María Aznar, Ana Botella, y Bieito Rubido, culminó un trabajo de más de tres décadas de investigación acerca del origen de nuestra familia.

“Los Cisneros: Rostros y Rastros (1570-2015)”, recolecta las raíces de los Jiménez de Cisneros, desde sus inicios en Palencia, España; la cual se vieron obligados a abandonar por las circunstancias, con una permanencia breve en La Habana, Cumaná y dos décadas de estancia en Puerto España, para por fin asentarse en Caracas.

En 1982, dos años después del fallecimiento de mi padre -Diego Cisneros-, emprendí esta aventura inspirada en él, quien en sus momentos de reflexión me pedía junto a mi madre Albertina, que recuperara la historia de la familia para la posteridad.

Escrito por José Ángel Rodríguez, este libro es un homenaje a la memoria de mi padre, el cual no hubiera sido posible sin la colaboración de brillantes historiadores y archivistas como Antonio Herrera-Vaillant, Juan Torres Fontes, Manuel Amador González y Álvaro García Castro, además de la colaboración de Doña Carmen Iglesias en el prólogo y de Julio Ortega para el epílogo, a quienes agradezco profundamente la dedicación y cariño que han puesto a este proyecto.

Asimismo un agradecimiento especial a Don Javier Garciadiego, quién me acompañó durante la presentación del a obra en la Universidad de Brown y  Doña Enriqueta Vila Vilar, quien me honró con su presencia en esta ocasión.

Si bien este libro parte de ser una pesquisa sobre los orígenes de la familia Jiménez de Cisneros, finalmente retrata una amplia historia común que nos abraza desde el Atlántico hasta el Pacífico, así como de una lengua común para contarla; es por ello, que espero esta obra sirva de inspiración no sólo para los descendientes de los Jiménez Cisneros de profundizar y conocer sus orígenes, sino para todas aquellas familias cuya historia ilustre las redes iberoamericanas que hacen tejido en nuestra historia común.